Sistemas

Infidelidad virtual?


El otro día leía en una de las múltiples fuentes de información en inglés que consulto, el caso de un matrimonio británico que se había separado después de que ella (Amy Taylor) hubiera encontrado su marido, David Pollard, manteniendo una relación sexual virtual con una ciudadana estadounidense. Los dos amantes no se conocían en persona, solamente en el ciberespacio.

El caso es que Taylor, de 28 años, se tomó muy mal la relación virtual, hasta el punto de que empezó los trámites de divorcio. El abogado contratado por la joven no parecía excesivamente extrañado de la causa de la separación de la pareja, pues declaró que aquella semana era el segundo caso de divorcio en el cual el famoso entorno virtual se encontraba por el medio.

Consideraríais vos que una relación tan solo virtual con una persona desconocida por parte de su pareja es tan grave como una infidelidad consumada?

De hecho, esta polémica no es nueva, pero se va haciendo patente cada vez más, a medida que las nuevas tecnologías y los entornos que éstas son capaces de crear aumentan en popularidad y se imbrican más con el "mundo real".

Nos podemos llegar a preguntar si existe ya un mundo real y uno virtual, o bien ambos son dos caras diferentes de una misma moneda. Yo, personalmente, defiendo esta última visión de las cosas, que el mundo virtual, Second Life, Internet o cualquier sala de chat no son algo aparte, sino parte consustancial de nuestra vida normal. Por lo tanto, mi respuesta a la pregunta que nos ocupa sería que probablemente si, que yo consideraría una infidelidad virtual casi tan grave como una real.

Supongo que todo depende de la relación que se tenga con la pareja, y de qué se haya hecho en esta relación. Una cosa es hablar de sexo, explicar experiencias e intercambiar opiniones, y otra es empezar una rutina de cibersexo que puede llevar además, a consumar el acto en el mundo real. Yo mismo, incluso cuando he tenido pareja (ya que actualmente estoy soltero), he mantenido conversaciones de temática sexual con amigas mías, pero nada que fuese más allá de explicar anécdotas o preguntar opiniones.

Las parejas que se han conocido a través de salas de chat o sitios web de contactos son cada día más habituales, habiéndose convertido Internet en un lugar tan válido para conocer gente como una discoteca, un bar o el supermercado del barrio. Desde una persona para pasar el resto de la vida hasta una relación de una noche, todo se puede encontrar en la Red, con el inconveniente de sólo conocerse a través del teclado y el ratón, fotografías y videoconferencias hasta que llega el momento de la verdad. Y es en este punto cuando pueden haber desengaños.

El cibersexo, aquello que ha condenado la relación entre Taylor y Pollard, tal vez no sea una práctica tan antigua, pero se ha popularizado mucho en los últimos tiempos. No se trata de ver imágenes o vídeos "subidos de tono" a través de Internet, sino de buscar una interacción mayor entre personas a través de las máquinas.

Incluso podemos encontrar la contrapartida 3D a Second Life pero con una clara orientación sexual: Red Light District, un entorno virtual para adultos en el cual se pueden simular todo tipo de juegos sexuales, de pareja o que impliquen a más gente.

En general, el cibersexo parece funcionar como una válvula de escape que nos permite vivir unas experiencias que tal vez en el mundo real no nos atrevemos ni a intentar, por mucha confianza que tengamos con la pareja.

La importancia de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana y, más concretamente, en las relaciones amorosas, puede verse en otro caso acaecido en Japón, en el cual un hombre que se había casado sólo virtualmente con una mujer (o sea, solamente en el juego) decidió divorciarse. Ella, resentida, se las ingenió para entrar en su cuenta y borrarle el avatar. El hombre quería denunciar a la mujer por asesinato virtual, pero supongo que ante las burlas de la policía del país del sol naciente, y aconsejado por su abogado, la acabó denunciando por entrada ilegal en sistemas informáticos y suplantación de identidad, unos delitos por los que se puede enfrentar a una condena de hasta cinco años de cárcel. La broma le saldrá cara…

Seguro de que más de uno se preguntará qué le ha pasado a Amy Taylor. Pues según declara ella misma, su corazón ya vuelve en estar ocupado, y si, a este chico también lo ha conocido por Internet, concretamente en el juego World of Warcraft, al cual la joven británica admite ser adicta. ¡Esperemos que esta vez tenga mejor suerte!



Por Guillem Alsina, el 30/12/2008.

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