El escaño europeo del Partido Pirata: un mal reflejo de una realidad subyacente
Hace un tiempo os había hablado de una formación política muy peculiar, que basa toda su filosofía y programa en las nuevas tecnologías y en el uso que los ciudadanos hacen de estas. El Partido Pirata nació hace pocos años en Suecia, pero se está extendiendo con rapidez por todo el mundo y en las últimas elecciones europeas del 7 de junio consiguió un escaño en el Parlamento de Bruselas.
Diversos son los factores que se han dado para que esto sea posible: por una parte, el desinterés de los ciudadanos del viejo continente en el proceso comunitario, aunque según afirman políticos y periodistas, cada vez más cosas se deciden desde Bruselas. Este mismo desinterés y apatía ha hecho que muchos votantes dieran una oportunidad a formaciones alternativas, que de otra forma no habrían votado en otros comicios.
Esto ha dado alas por un lado a la siempre despreciable ultraderecha, y por el otro a formaciones más libertarias o centradas en algún aspecto concreto de nuestra sociedad como son el Partido Antitaurino (aunque a este parece que solo lo han votado los que iban en sus listas y algunos de sus familiares, pero no todos…) y el mismo Partido Pirata.
El perfil del votante “pirata” (si me permitís llamarlos cariñosamente de esta forma) es el del chico joven, con inquietudes políticas y sociales pero que al mismo tiempo está desencantado con las formaciones políticas tradicionales y su discurso, y que recela abiertamente de los políticos que representan estas formaciones.
La polémica resolución del caso The Pirate Bay ha actuado de catalizador para movilizar a un electorado que, de otra forma, quizá se habría quedado en casa, como he dicho antes, poco motivado por el proceso de unión de los estados europeos.
Esta formación ha conseguido cautivar al 7,1% de los votantes suecos, pasando a ser la quinta fuerza en estos comicios y catapultando a su cabeza de lista hacia el Parlamento de Bruselas. Poca cosa podrá hacer un solo diputado “Pirata” en la capital belga, sobretodo enfrentado a la gran mayoría de formaciones que apoyan de una u otra forma la imposición del canon, pero a fin de cuentas era algo que ya se sabía y a lo que no por eso hay de renunciar. La vida -y la política aún más- debe ser el terreno para buscar que las utopías se cumplan.
Por Guillem Alsina, el 28/06/2009.