El voto electrónico: lo bueno y lo malo
El fin de semana anterior, en la Argentina fuimos protagonistas de una nueva convocatoria a elecciones en donde se eligió, entre otros cargos, al próximo presidente de la nación. En realidad, mi intención no es llevar a cabo un análisis sobre los resultados electorales -eso ya se ha hecho por demás- porque no es el foco de la información que brindamos en MasterMagazine.
Pero sí me interesaría hacer algunos comentarios con respecto al día de la elección, más precisamente a lo que fue el acto de emitir el voto, a través del mismo procedimiento que se viene utilizando desde hace un siglo atrás, haciendo una comparación con lo que significan las nuevas alternativas que involucran la tecnología, y en donde tiene un lugar privilegiado como opción el voto electrónico.
Como una somera referencia a lo ocurrido el domingo pasado, con todas las crónicas que hubo a través de los medios, más los comentarios de las personas cercanas y lo que yo estuve padeciendo personalmente, digamos que no fue un acto electoral ejemplar: varias horas de espera (porque por lo general las mesas electorales comenzaron a funcionar más tarde o porque habían menos cantidad de mesas por escuela y, por ende, más votantes por cada una) para poder ingresar a un cuarto oscuro en el que faltaban boletas de algunos partidos políticos o estaban la gran mayoría desparramadas por las mesas (especialmente por el tema del corte de boleta) por lo que había que navegar a lo largo de toda esa maraña de papeles.
El punto es que se necesita comenzar a buscar alguna alternativa a esta metodología. Y una de ellas podría ser justamente el voto electrónico, un sistema que tiene tanto defensores como detractores, como todo.
Básicamente, existen dos formas de realizar el voto electrónico. Una es votar en urnas electrónicas que estén en lugares públicos y la otra es hacerlo en forma remota desde una PC conectada a Internet. Según las opiniones de los analistas, la primera opción es la más viable ya que es la que otorga un mayor grado de seguridad, aunque como vamos a ver, tampoco brinda una seguridad de un 100%.
La opción de las urnas electrónicas se maneja a través de este dispositivo, que estaría emplazado en lugares públicos y que contendría la información de todos los candidatos y del padrón electoral, con un jefe de mesa encargado de chequear que todos los datos estén completos. Nosotros, votantes, llegaríamos al lugar, dejaríamos el documento y luego emitiríamos nuestro voto a través del teclado, que nos iría guiando qué hacer (no se si valdrá la comparación, pero con un poco de imaginación, sería como un cajero automático). Y el mismo conteo se haría en forma automática a medida que se realiza el voto en la misma urna.
¿Qué hay de positivo y qué de negativo en este sistema? Por supuesto que es una metodología en la que habría que gastar una gran suma de dinero en infraestructura (tengamos en cuenta que una urna electrónica cuesta entre 2.500 y 4.000 dólares), especialmente en el montaje de la primera vez que se realice porque después sería más que nada de mantenimiento. Pero también se ahorrarían gastos en la impresión de las boletas y se evitaría correr el riesgo de que alguna mesa se quede sin ellas.
Otro puneto es que hay muchos sectores de nuestra sociedad como también regiones en los que la tecnología está muy alejado de su realidad, por lo que habría no sólo que educar al votante en estas técnicas sino también asegurar que estén las conexiones adecuadas para que este sistema pueda llevarse a cabo.
Sería mucho más eficaz y rápido que el actual en el sentido de que el escrutinio se tiene en forma inmediata aunque se correrían ciertos riesgos en el tema de los resultados. Y esa es una de las problemáticas más controvertidas. Así como algunos aseguran que no hay problemas en cuestiones de seguridad, lo cierto es que quién puede asegurar que en el momento del escrutinio no haya ninguna mano mágica dando vueltas, o que el software utilizado en la urna el día de la votación sea el mismo que el auditado previamente. Con un poco de ingenio, y conocimientos, lamentablemente se podría llegar a cometer algunas alternativas fraudulentas. Bueno, lo mismo que sucede actualmente, ¿o no?
Algunos comentarios que apuntan a la seguridad aseveran que hay mecanismos criptográficos que son más complejos pero que pueden asegurar más fehacientemente la elección. Recordemos que para la firma electrónica, por ejemplo, se utiliza la criptografía. Pero que también son mucho más costosos que los anteriores.
La cuestión, a mi entender, es que alguna alternativa hay que buscar al mecanismo que actualmente estamos utilizando. Esa frase que dice “más vale malo por conocido que nuevo por conocer”, es totalmente obsoleta en estos tiempos modernos, al igual que está quedando obsoleto nuestro sistema electoral que además, no me asegura en lo más mínimo un escrutinio cristalino. Por supuesto que esto denotaría un costo inicial pero tengamos en cuenta que los valores que se gastan actualmente, también son muy altos. Con la presencia en estos días de la tecnología en todos los rincones de nuestras vidas, creo que es hora de buscar un método más actualizado para llevar a cabo la votación y no quedar encasillados en este método que ya está a punto de bajar la ventanilla.
Por Analía Lanzillotta, el 06/11/2007.